La automedicación como fuente de enfermedad y discapacidad

La Federación Mexicana de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello alerta sobre el mal uso de los fármacos.
Señalan que “Tratar enfermedades, aunque parezcan muy simples, como lo es un resfriado, provoca en muchos casos reacciones secundarias y daños irreversibles”.
No sólo los antibióticos, sino el abuso de cualquier sustancia usualmente beneficiosa puede producir que el organismo la rechace, lo que puede ir desde una alergia de poca importancia hasta un choque anafiláctico (hipersensibilidad del organismo hacia ella), lo que puede derivar en problemas tales como sordera, problemas de visión (incluso ceguera), diabetes, complicaciones renales y enfermedades cardíacas, sobre todo en niños.
Los tranquilizantes e hipnóticos, cada vez más frecuentes, cuando se usan indiscriminadamente, además de la adicción que ya señaláramos, si su uso se prolonga más allá de un tiempo prudencial, están contraindicados, en general, durante los embarazos, pues algunos de ellos pueden producir distintos problemas, malformaciones y distintos tipos de discapacidad en el nonato. Algunos de ellos pueden producir serias lesiones en distintos órganos, lo que lleva a enfermedades crónicas y a diversas formas de discapacidad de difícil o imposible reversión.
El exceso en la ingesta de analgésicos, por su parte, se reporta como fuente de problemas en la médula espinal, daños en el hígado y anemia, muchos de los cuales pueden ser muy severos y de consecuencias prolongadas.
Las gotas nasales sin una adecuada prescripción médica también suelen producir distintos inconvenientes, puesto que contienen sustancias vasoconstrictoras y son fuente de hipertensión en los adultos, con los riesgos que ello conlleva.
En los niños, las friegas con alcanfor o mentol para aliviar los catarros o las gripes pueden terminar produciendo broncoespasmo.
Y existe todo un universo de medicamentos más o menos sofisticados cuya mala utilización se reputa como productora de gastritis, diarrea, complicaciones cardiovasculares, convulsiones, úlceras, problemas hepáticos, intoxicaciones con distintas derivaciones, náuseas, vómitos, irritabilidad y muchos otros efectos pasajeros o permanentes que en algunos casos pueden llevar a quienes se autodiagnostiquen y se automediquen (o lo hagan con otras personas) hasta extremos tan terribles como la muerte (se estima que en el 2007 aproximadamente 7.000.000 de personas fallecieron como consecuencia de ello en el mundo).
Incluso algunos informes citan el uso indiscriminado de algunos medicamentos (antiácidos, analgésicos y otros) como posibles causas de síndromes como el de Reye, que afecta permanentemente el cerebro y al hígado, produciendo confusión, letargo, alteraciones conductuales y crisis epilépticas, entre otras manifestaciones, y que afecta usualmente a niños entre 4 y 12 años, o nefritis irreversibles.

Automedicación en discapacitados

Si bien la gran mayoría de quienes tienen a su cargo a personas con discapacidad que necesitan de distintos tratamientos (entre ellos, medicamentos) para mantener o mejorar sus posibilidades son plenamente conscientes de la necesidad de su utilización con prescripción y supervisión de un profesional, algunos no escapan de esta tendencia que la OMS denuncia como un problema en expansión y, ante la lentitud o la aparente (o real) falta de resultados, incurren en las conductas que venimos reseñando, con lo cual demasiado frecuentemente se desemboca un retroceso o un agravamiento del cuadro.
Insistimos: dosis mayores, intervalos menores en la ingesta, suspensiones abruptas, prolongación en el tiempo e introducción de otros medicamentos (o tratamientos) recomendados por pares y sin la intervención idónea de alguien realmente capacitado en la materia raramente producen los efectos deseados y muy corrientemente exactamente lo contrario de lo que se busca.

Para finalizar

Como podrá observarse, hemos omitido dar nombres propios de específicos y hasta de los genéricos, para no alentar su uso.
Dejamos para el final una recomendación que hace la Organización Mundial de la Salud respecto de la automedicación. Esta institución no condena, en sí misma, la automedicación, sino aquella que es irresponsable. Es decir, una aspirina ante un dolor menor no va a matar ni enfermar a nadie casi nunca. Diez diarias durante años tienen efectos devastadores, que llevan a la enfermedad, a la discapacidad y hasta a la muerte.
Esta tendencia creciente aparece muy emparentada con la velocidad con la que se vive, por la cual no se puede esperar, sino que todo debe ser ya, con el mínimo esfuerzo posible. Pero hay que tener en cuenta que, como en casi todas las circunstancias de la vida, las soluciones mágicas no existen.
La enorme cantidad de información sobre tratamientos, medicamentos y distintas formas terapéuticas a las que es posible acceder hace que muchas personas crean que pueden diagnosticarse, medicarse y tratarse por propia mano, pero no es así. Si alguien tiene dudas de la eficacia de los procedimientos terapéuticos a los que se somete, tiene todo el derecho para buscar segundas o terceras opiniones, a asesorarse y a ser informado de las alternativas disponibles. El paciente es quien pone el cuerpo y quien decide qué es lo mejor para sí, pero esto no implica que esté capacitado para reemplazar a los profesionales de la salud. Y la responsabilidad es aun mayor cuando se trata de decidir por otro.
Siempre hay que tener en cuenta que hay muchos procesos morbosos y de discapacidad que comparten algunos síntomas, pero cuyo tratamiento es específico para cada uno y que la ingesta de medicamentos no es algo natural, sino que se trata de un factor de progreso que ha permitido, junto con otros, la prolongación de la vida y su mejor calidad, más allá de algunas cuestiones sociales de desigualdad que sumen a distintos grupos de personas en condiciones para nada favorables. Lo que parece una tontería peligrosa es que abusemos de aquello que nos beneficia para transformarlo en exactamente lo opuesto.
Ronaldo Pellegrini
ronaldopelle@yahoo.com.ar

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