Debemos partir de la idea
de que la agresividad es un elemento inherente al ser humano. No podemos
negarla, pero si canalizarla, saber qué hacer con ella para que no nos haga
daño. Para trabajar con la agresividad y la falta de comunicación básicamente hay
que apelar al sentido común que guardamos cada uno/a en nuestro interior. Es
necesario asumir que la posibilidad de que surjan comportamientos agresivos
ante una situación que nos desborda es algo natural, no responde a nada anormal
o extraño. La necesidad de adaptación a la nueva situación, a nuestro cambio de
circunstancias de vida, entraña dolor, miedos e inseguridad. Una respuesta a
todo ello es la agresión. No hay que pensar que esa agresividad de nuestro
hijo/a, nuestra pareja, etc.…va dirigida hacía nosotro/as, sino más bien hacia
si mismo/a. Es un reflejo de la frustración o la necesidad de encajar lo que
está pasando en su vida.
El manejo de situaciones que desembocan en conflicto de este tipo debe tener una respuesta esencialmente de empatía, de ponernos en el lugar de la otra persona. Eso no significa que podamos permitir cualquier situación, pero si que debemos intentar comprender qué le lleva a la otra persona a reaccionar de aquella manera. Mantengamos la calma, no nos asustemos, no nos pongamos a su altura respondiendo con agresividad. Tenemos herramientas muy cercanas y necesarias para poder manejarnos: la palabra, el afecto, la paciencia… Ante un momento de exaltación la persona nos está pidiendo a gritos una salida, algo que le calme, un motivo para salir del estado de confusión en el que se encuentra. Es muy probable que la persona sienta temor, aunque no lo manifieste explícitamente con palabras, a ser abandonada, a ser rechazada. Potenciemos pues las capacidades que tiene, mostremos cariño sin por ello dejar de poner límites. Es importante demostrarle que estaremos siempre que nos necesite, que no tenga miedo a que le den de lado, a sentirse abandonado/a. Debemos hacerle entender que vamos a ser su colchón si cae.
El manejo de situaciones que desembocan en conflicto de este tipo debe tener una respuesta esencialmente de empatía, de ponernos en el lugar de la otra persona. Eso no significa que podamos permitir cualquier situación, pero si que debemos intentar comprender qué le lleva a la otra persona a reaccionar de aquella manera. Mantengamos la calma, no nos asustemos, no nos pongamos a su altura respondiendo con agresividad. Tenemos herramientas muy cercanas y necesarias para poder manejarnos: la palabra, el afecto, la paciencia… Ante un momento de exaltación la persona nos está pidiendo a gritos una salida, algo que le calme, un motivo para salir del estado de confusión en el que se encuentra. Es muy probable que la persona sienta temor, aunque no lo manifieste explícitamente con palabras, a ser abandonada, a ser rechazada. Potenciemos pues las capacidades que tiene, mostremos cariño sin por ello dejar de poner límites. Es importante demostrarle que estaremos siempre que nos necesite, que no tenga miedo a que le den de lado, a sentirse abandonado/a. Debemos hacerle entender que vamos a ser su colchón si cae.
Y sobre todo usar la
palabra como herramienta básica para la resolución de conflictos.