Mis primeros nuevos pasos



Tengo 31 años y me llamo Gonzalo. Hace ya casi tres años que se me diagnosticó retinopatía proliferativa severa en ambos ojos. A causa de mi diabetes, esa misma enfermedad que hoy me doy cuenta que nunca supe manejar bien hasta que los problemas estuvieron presentes y vinieron para quedarse.
Simplificando, ¿qué es lo que tengo?
Baja visión en ambos ojos, veo nublado, no veo de lejos y de cerca, no es gran cosa. No puedo leer, no puedo usar la computadora, no puedo andar por la calle sin ayuda… no puedo.
Justamente así me sentí el día que me dí cuenta que lo mío no se curaba.  Que no era temporal, que aquellas cosas que hacía antes, no las podía hacer. Aunque suene un poco duro me doy cuenta que me sentí muerto a los veintiocho años.
Antes de que esto me sucediera vivía solo, trabajaba en una empresa de informática, disfrutaba de leer, de estar mis tiempos solo, salir sin decirle a nadie a donde iba y regresar cuando yo quisiera.
Por eso digo que me sentí muerto, porque aún sin estarlo, toda mi forma de vivir se vió severamente alterada y modificada.
Como muchos tantos otros he visto por la calle a personas ciegas con bastón blanco, pero nunca me detuve a pensar como viven, como se cocinan, como pagan sus cuentas, como se divierten.
Y en el momento que me pasó esto que relato, menos aún tuve la claridad para pensarlo.
¡Qué fácil es para quién ve decirte que esto no es la muerte! Que uno puede llevar una vida normal.
Lo primero que pensé es que no quería quedarme ciego, como si por sólo desearlo alguien me iba a escuchar, ¿Dios?, y nada iba a pasar.
Sentía impotencia, no poder hacer nada y lo peor de todo el problema estaba al alcance de mi vista, o de lo que quedaba de ella.
Es toda una mezcla de sentimientos pero si tengo que elegir uno: es aturdimiento.
Durante meses mientras me seguía atendiendo por mi oftalmólogo, mientras una y otra vez iba derivado hacia Capital Federal a que me realizaran una cirugía tras otra, mezclándose en mi cabeza y en la de mi familia, nombres y más nombres técnicos; esperaba la solución.
Esperaba volver a ver.
Hasta que en una de esas derivaciones médicas que los pacientes del interior realizamos constantemente; mi oftalmologo, el que me operaba y quien se había hecho cargo de mí, el doctor Tomás Castro Feijó, me dijo claramente que mi condición era irrecuperable.
Quizás esa no fue la primera vez que lo dijo, quizás fue la primera vez que acepté lo que decía.
Recuerdo que salí del consultorio, caminaba tomado del hombro de mi papá; y rodeado de gente, en plena capital federal, me puse a llorar. Por última vez tan arrepentido a causa de lo que me pasaba y de lo que por acción u omisión me había llevado a esa situación extrema.
Pero creo que a partir de ese día me di cuenta de mi nueva realidad. De que mirar para atrás no servia. Para adelante, por más difícil que pareciera había muchas cosas por hacer y conocer.
Agradezco a mi familia, a mi papá que en ese momento fue el que representó al resto de los míos, que me prestó el hombro para desahogarme, para despotricar porqué me pasaba todo eso.
Sin saber bien que tenía que hacer, supe que tenía que hacer algo. Que me debía dejar ayudar por los que me querían, que aún habiendo perdido casi toda mi vista seguía estando vivo. Incluso tal vez más vivo que antes.
Antes cuando veía sin problemas, nunca me detuve demasiado en algunas cosas. Hoy me doy cuenta que sin ver miro mucho más a las cosas que me rodean.
Nadie disfruta como yo, es una manera de decir, de poder caminar solo con mi bastón pero solo, hasta la universidad donde estoy estudiando.
Nadie disfruta más de leer un libro en braille o a través de la computadora.
Nadie disfruta más viendo tan mal como veo yo, cuando logro distinguir algo en una pantalla.
Se que puede sonar a poco. Pero es algo.
Algo que me permite vivir y progresar, avanzar, lograr las cosas que quiero.
Muchas veces es difícil, pero igual se hacen las cosas.
Todos los días se aprenden cosas nuevas, se reaprenden otras, se buscan nuevos métodos.
El tener baja visión me ha llevado a eso, a aprender a hacer muchas tareas que antes ni siquiera quería hacerlas por falta de tiempo, por desgano o por lo que sea.
No me creo más que nadie, no me creo mejor persona ahora sin ver que antes que veía, pero definitivamente hoy no me siento menos por no ver.

Gonzalo

0 comentarios:

Publicar un comentario

Radio Megaspace

Radio Megaspace
Radio Online, Click Aquì!